La autopista aérea futurista diseñada por el arquitecto Antonio Palacios buscaba conectar el Cerro de las Garabitas con Gran Vía mediante pasarelas elevadas. Sin embargo, una difícil situación económica de la posguerra y la dictadura en España impidieron su realización, dejándola como una ambiciosa idea no realizada. ¿El problema? Lo que podríamos haber avanzado en movilidad sostenible, ahora te explicaremos.
¿Qué sucedió con la prometedora autopista aérea?
En los años turbulentos de posguerra, el renombrado arquitecto Antonio Palacios vislumbró un futuro audaz para Madrid: una red de pasarelas aéreas que conectaría el imponente Cerro de las Garabitas con la bulliciosa Gran Vía. Este proyecto, más que una mera fantasía arquitectónica, representaba el potencial vanguardista de la capital española bajo su mirada visionaria.
Sin embargo, la realidad económica del país, marcada por las secuelas de una devastadora Guerra Civil y la instauración de una dictadura autoritaria, obstaculizó la realización de esta ambiciosa empresa. Aunque Palacios concebía su obra como un símbolo de progreso, su sueño chocaba con las limitaciones financieras y políticas de la época.
La propuesta de Palacios se inscribía en la corriente de grandiosas construcciones europeas asociadas al idealismo fascista, reflejando paralelos con los proyectos monumentales de regímenes como el de Hitler en Alemania o Mussolini en Italia. Sin embargo, a diferencia de aquellos casos, la autopista aérea de Madrid no llegó a materializarse, quedando como un testimonio olvidado de una era marcada por la esperanza y la adversidad.
Así habrían sido los detalles de esta majestuosa infraestructura
Este innovador proyecto para Gran Vía proponía la construcción de un conjunto de pasarelas aéreas que abarcarían 3 kilómetros de extensión, con una imponente anchura de 85 metros y elevadas a una altura de 60 metros sobre el suelo. Estas pasarelas estarían soportadas por 16 robustos edificios que albergarían una variedad de establecimientos, desde tiendas hasta cafeterías, restaurantes e incluso industrias.
La visión de Palacios no se limitaba simplemente a conectar dos puntos de la ciudad, sino que tenía en mente transformar el paisaje urbano y ofrecer una experiencia única a los ciudadanos y visitantes. Las pasarelas planeaban enlazar Príncipe Pío con uno de los puntos más elevados de la Casa de Campo, mientras que en el Cerro de Garabitas se proyectaba la construcción de un faro majestuoso de 300 metros de altura.
Este faro no solo serviría como un hito visual impresionante, sino que también se concebía como un símbolo de conexión, extendiendo una suerte de «camino triunfal» que uniría este punto emblemático con lugares históricos como El Escorial y el Valle de los Caídos, evocando un homenaje a los mártires de la nación.
Lo que habríamos aprendido de movilidad sostenible: al menos tenemos la moraleja
Lo cierto es que, incluso si tenemos en cuenta que las autopistas de España son modernas (ya viste el primer tramo para vehículos autónomos), todavía nos queda bastante por avanzar. Esta autopista aérea nos habría permitido poner en práctica la movilidad sostenible. ¿De qué modo? Lo verás en tres puntos:
- Permitiría desarrollar mejor el concepto de las ciudades de 15 minutos, ideales para reducir la contaminación asociada al transporte.
- Daría más seguridad a los nuevos vehículos, como los eléctricos o lo de hidrógeno, al priorizar su circulación (como sucede con las ZBE actualmente).
- Otorgaría un espacio idóneo para la puesta en marcha de proyectos renovables, como el nuevo motor mixto de hidrógeno-electricidad.
En cualquier caso, haría posible la interconexión con otras ciudades de nuestro país. De este modo, evitaríamos recurrir a los vuelos de corta y media distancia, señalados tanto por el Gobierno como por la UE. En este sentido, también supondría una alternativa prometedora hasta que terminemos de descarbonizar trenes y AVE.
Como has podido ver, esta autopista futurista quedó en un simple proyecto, pero al menos tenemos la idea. ¿Qué queremos decir con esto? Que sabemos un poco más sobre el camino que deberíamos llevar, al menos, hasta que los tan ansiados taxis y coches voladores se hagan realidad.