Bajo rocas y conchas a más de 30 metros de profundidad en la ría de Arosa (Galicia) se escondía un animal que nadie había descrito antes. Un equipo internacional ha identificado un nuevo género y una nueva especie de gusano cinta (nemertino) bautizado como Pararosa vigarae, apodado “gusano acordeón” por su capacidad de encogerse hasta quedarse en una quinta parte de su longitud y volver a estirarse después.
El hallazgo no es solo una curiosidad biológica. Es un recordatorio incómodo de lo poco que conocemos de la vida que sostiene nuestros ecosistemas costeros, incluso en zonas relativamente estudiadas. En un contexto de crisis de biodiversidad, poner nombre y apellido a estas especies es el primer paso para saber dónde viven, qué papel cumplen y qué amenazas pueden sufrir.
Un cuerpo que se arruga “como un acordeón”
En estado relajado, P. vigarae presenta tonos marrón a verde oscuro y mide, en los ejemplares observados, entre 110 y 250 milímetros de largo y unos 3 a 4 milímetros de ancho. Cuando se alarma, su cuerpo forma pliegues regulares en forma de anillos, como si alguien cerrara el fuelle de un instrumento. En el ejemplar más grande se describieron alrededor de 60 marcas anulares visibles.
Solo se han documentado seis individuos en total, localizados en dos puntos de la ría. “Es una especie poco común, ya que a pesar de su tamaño sólo se ha encontrado en dos ocasiones en la Ría de Arosa”, explica Juan Junoy, catedrático de Biología Marina y uno de los responsables del trabajo.
Por qué era tan difícil clasificarlo
Los nemertinos son depredadores de invertebrados y se caracterizan por una probóscide (una especie de trompa) con la que capturan presas. El problema es que, desde fuera, muchas especies se parecen demasiado, lo que complica su identificación si solo se mira la forma o el color.
Para resolverlo, el equipo combinó imágenes de ejemplares vivos con análisis de ADN y estudios filogenéticos, utilizando varios marcadores genéticos. “Para describir la nueva especie secuenciamos el ADN del gusano y realizamos análisis filogenéticos que nos han permitido confirmar que se trata de un nuevo género”, añade Aida Verdes, investigadora del Museo Nacional de Ciencias Naturales.
Lo que nos dice sobre biodiversidad y conservación
Que una especie nueva aparezca en un estuario europeo conocido no significa que “acaben de llegar” criaturas raras. A menudo significa que no las habíamos mirado con el detalle suficiente, o que faltan muestreos en fondos submareales donde no solemos buscar. Los propios investigadores recuerdan que hay unas 1.350 especies de nemertinos descritas, pero sospechan que la diversidad real puede ser bastante mayor.
Y aquí entra lo ecológico. La taxonomía (nombrar y ordenar la vida) no es una obsesión de laboratorio, es una herramienta básica para vigilar la salud del mar.
Por ahora, Pararosa vigarae queda registrada como parte de la familia Lineidae y ya figura en bases de datos taxonómicas internacionales. El siguiente reto es menos glamuroso pero más decisivo: volver al fondo, buscar más individuos, entender su ecología y asegurar que los hábitats costeros donde pasan desapercibidos no se degraden antes de que sepamos siquiera cuántos “gusanos acordeón” nos quedan por descubrir.









