Investigadores hacen un descubrimiento preocupante en un pico icónico de montaña: «El principal impulsor»

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Por HoyECO
Publicado el: 30 de diciembre de 2025 a las 19:00
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Vista aérea del monte Kilimanjaro con retroceso de nieve y pérdida de vegetación natural en sus laderas

Cuando pensamos en la pérdida de naturaleza en África, casi siempre miramos al cambio climático. Pero en las laderas del Kilimanjaro, la historia es bastante más incómoda. Un nuevo estudio científico confirma que el volcán más famoso del continente ha perdido alrededor del 75 % de sus especies vegetales naturales por kilómetro cuadrado en el último siglo y que el factor clave ha sido el uso del suelo empujado por el crecimiento de la población, no el clima.

Lo que dice el estudio y por qué sorprende a muchos

Un equipo internacional de universidades de Alemania, Japón y Finlandia ha analizado más de cien años de mapas, censos de población, imágenes de satélite y un inventario detallado de casi 3000 especies de plantas repartidas por todo el macizo del Kilimanjaro. Sus resultados, publicados en la revista PLOS One, son claros. Según explica el autor principal, Andreas Hemp, pudieron demostrar que el cambio de uso del suelo impulsado por el rápido aumento de población fue “el principal motor de la pérdida de biodiversidad en el Kilimanjaro”, mientras que el cambio climático “no tuvo un impacto apreciable en las tendencias observadas” en las zonas bajas.

Las cifras ayudan a aterrizar el problema. A finales del siglo XIX vivían unas 50 000 personas alrededor de la montaña. Hoy pasan de 1,4 millones. La densidad media ha saltado de unos 30 habitantes por kilómetro cuadrado a más de 430. En paralelo, la cubierta de vegetación natural en las laderas bajas ha caído de aproximadamente el 90 % del territorio en 1911 a solo un 19 % en 2022. Gran parte de la sabana original se ha convertido en campos de maíz, arroz, caña de azúcar o trigo y en nuevas zonas urbanas.

Cómo ha cambiado el uso del suelo en las laderas en un siglo

Desde lejos parece solo un cambio de paisaje. De cerca se traduce en menos bosques de ribera, menos sabanas ricas en plantas medicinales y más parcelas desnudas y polvorientas. El estudio detecta que las especies de plantas propias de hábitats naturales, como bosques y sabanas, han caído casi a la mitad en promedio desde los años setenta, mientras aumentan las especies introducidas, algunas de ellas invasoras. La riqueza total de plantas por kilómetro cuadrado apenas baja un 10 %, pero el “quién vive ahí” se ha transformado por completo.

Esto no es solo un problema para botánicos. La vegetación del Kilimanjaro regula el agua que baja a los pueblos, protege las laderas frente a inundaciones y aporta leña, frutos y medicinas a las familias. Cuando los bosques se talan y las sabanas se arampan, las especies resistentes al pisoteo y al arado ganan terreno. El estudio alerta de que la degradación de humedales y la expansión de plantas invasoras está dañando antiguos refugios de fauna emblemática como elefantes, jirafas o leones y, a la larga, también el bienestar humano.

Qué implica para la salud y el día a día de las comunidades locales

Los autores apuntan incluso a señales en la salud. En la zona se han reportado más casos de asma, posiblemente relacionados con la sustitución de vegetación permanente por campos que levantan polvo y pólenes durante la estación seca, agravados por especies invasoras altamente alergénicas como la Parthenium. Para quien vive allí esto no suena a teoría lejana, sino a aire más cargado, más tos y más medicación.

¿Y el cambio climático? En las zonas bajas analizadas, los datos no muestran que haya sido el motor directo de los cambios en biodiversidad. Las temperaturas medias han subido y las mínimas nocturnas son más suaves, pero no se han observado tendencias claras en la lluvia que expliquen el colapso de las especies. La agricultura de subsistencia y los sistemas agroforestales han seguido expandiéndose, lo que indica que la presión principal llega de la necesidad de tierra, no de un clima que se vuelva inviable para los cultivos.

Eso no significa que el clima no importe en la montaña. En las zonas altas, dentro del parque nacional, otros trabajos del mismo equipo ya habían documentado el retroceso de los glaciares y el aumento de incendios forestales que afectan a los bosques montanos y la franja de matorral de altura. Pero en las faldas habitadas, donde viven y cultivan millones de personas, el mensaje es otro. El principal problema es cómo usamos el suelo.

Las soluciones que ya funcionan y las que podrían ampliarse

Hay, sin embargo, margen para el optimismo. El estudio destaca el papel de los“homegardens” tradicionales de la población chagga. Son sistemas de agroforestería que imitan un bosque, con varias capas de vegetación. En lo alto árboles dispersos, debajo plataneras, entre medias cafetos y, a ras de suelo, huertos con hortalizas y plantas medicinales. En estos jardines se han censado más de 500 especies de plantas, muchas de ellas forestales, y sirven de refugio a insectos y otros grupos de fauna. Su superficie se ha más que duplicado desde 1976 y hoy ocupan unos 849 kilómetros cuadrados.

Algo parecido ocurre con las áreas protegidas mejor gestionadas. La reserva forestal de Rau, cerca de Moshi, conserva parches de bosque de llanura prácticamente desaparecidos en el resto de la región y alberga varias especies endémicas y amenazadas. El área de Namalok, una reserva privada de unas 46 kilómetros cuadrados que se cercó en 2010, ha pasado de estar degradada por el ganado a recuperar el cien por cien de su vegetación natural y ya ha reintroducido antílopes y cebras, al tiempo que permite a la población local recoger leña de forma controlada.

En el fondo, el Kilimanjaro se ha convertido en un espejo de lo que está ocurriendo en muchos otros paisajes tropicales. El estudio confirma que la expansión de la agricultura, el crecimiento urbano desordenado y la mala gestión de suelos pesan, en buena parte, más que el propio clima en la pérdida de biodiversidad. La buena noticia es que también señala caminos muy concretos, desde la agroforestería diversa hasta las reservas bien gestionadas. El problema es que el paisaje se transforma más rápido que las normas. Y el tiempo para frenar esta pérdida de vida se acorta.

El estudio científico completo ha sido publicado en «PLOS One».


HoyECO

Equipo editorial de ECOticias.com (El Periódico Verde), integrado por periodistas especializados en información ambiental: naturaleza y biodiversidad, energías renovables, emisiones de CO₂, cambio climático, sostenibilidad, gestión de residuos y reciclaje, alimentación ecológica y hábitos de vida saludable.

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