Las explosiones nucleares en Japón dejaron una huella profunda en todo el mundo, y desde entonces esa energía es muy temida por su gran poder. Sin embargo, no todo fue destrucción, pues como producto de las consecuencias que generaron, se realizaron experimentos que dieron origen al bosque atómico de España, que en la actualidad es considerado como uno de los secretos más fascinantes del país.
La energía nuclear también puede realizar buenos aportes
En todo el planeta existe un temor, muy justificado, a las armas nucleares, tanto por las consecuencias de su impacto inicial, como por las huellas que dejan a largo plazo. Pero a lo largo del tiempo se ha demostrado que esta clase de energía puede hacer aportes diferentes, que nada tienen que ver con la destrucción, en diversos ámbitos de las actividades humanas, y los adelantos logrados lo demuestran.
Pues, entre otras cosas, se ha convertido en una fuente generadora de electricidad, que resulta esencial para muchos países, también sirve como combustible para diversos tipos de embarcaciones y, además, tiene aplicaciones fundamentales en el área de la salud (es como este que se descubrió hace poco su secreto). Por su parte, España aún conserva el bosque atómico, que es considerado como uno de los secretos más fascinantes que guarda el país.
El bosque atómico de España es historia viva
Pocos años después de la Segunda Guerra Mundial, cuando todavía se sentía por todo el mundo mucho temor hacia todo lo relacionado con la energía nuclear, los científicos y diversas autoridades se propusieron dar a conocer los aportes positivos que se podrían obtener de ella, sobre todo en el sector agrario. En España aún existe un bosque atómico, conocido como el Campo de Radiación Gamma de El Encín.
Ubicado en Alcalá de Henares, inició labores en 1961, una época marcada por la Guerra Fría, justo cuando España se empezó a abrir a la evolución y los adelantos que se realizaban en otros países, y eso incluía la energía nuclear. Fue creado con la finalidad de observar qué ocurría con las plantas y las semillas cuando eran sometidas a la acción de las radiaciones emitidas por el Cesio 137, traído de Estados Unidos.
Para hacerlo, lo mantenían guardado en una caja de plomo que se abría durante algunos meses, por algunas horas cada día, de manera que exponían organismos vegetales, animales e insectos. Por este centro de investigaciones, que funcionó hasta 1973, pasaron al menos unos 40 equipos científicos, que buscaban obtener organismos modificados por las radiaciones que permitieran optimizar la agricultura.
Entre otras cosas, buscaron soluciones para eliminar las plagas, mediante la esterilización de las moscas de las frutas, para lo cual usaron cobalto 60, pues el isótopo anterior había sido descartado. Su cierre como centro de estudios fue causado por la llegada de una fábrica de cemento en sus cercanías, pero a pesar de eso, el bosque atómico de El Encín es el único en su tipo que todavía perdura en Europa.
En el bosque atómico de España modificaban las plantas
Más allá de su poderío destructivo, la energía nuclear fue aprovechada por diversos grupos de investigadores que la vieron como una oportunidad de darle un empujón a la naturaleza para acelerar las mutaciones de las plantas y hacerlas más eficientes y resistentes. Por eso establecieron centros como el bosque atómico de El Encín, donde pudieron experimentar de forma controlada con las radiaciones.
Concluyendo, después de la Segunda Guerra Mundial, los científicos estudiaron nuevas aplicaciones para la energía nuclear, siendo la optimización de las plantas una de las más atractivas (un ejemplo es este que podría ser la batería más poderosa del planeta). En España instalaron un centro de investigaciones en el bosque atómico de El Encín, que actualmente es el único de esta naturaleza que todavía perdura en Europa.













