En el mundo nuclear, hay una ley sagrada: la refrigeración debe ser constante. Sin importar lo que pase, los reactores necesitan energía sin interrupción para mantener las bombas funcionando y evitar que el combustible se sobrecaliente. Si el suministro eléctrico falla y el calor no puede salir, el núcleo se funde, sin embargo, en el caso de Europa, las cosas no han sido fáciles, porque su estabilidad depende de unos generadores de diésel y todos sabemos que el diésel contamina nuestro planeta, aunque ese no es el único problema…Acá te contamos los detalles.
El problema de la refrigeración
El principio más importante de la energía nuclear es el enfriamiento. Piensa en un motor gigante que, aunque esté apagado, sigue muy caliente. Si no se le echa agua constantemente con bombas especiales, el calor sube tanto que el combustible nuclear podría derretirse. Esto liberaría radiación y causaría un desastre continental.
Ahora, imagina que la planta nuclear más grande de toda Europa pierde el suministro eléctrico una y otra vez. Eso es lo que está pasando, y la única forma de que los reactores no se sobrecalienten es usando un plan de respaldo que está pensado para fallos muy cortos: los generadores diésel. Estas máquinas son la última línea de defensa y están hechas para trabajar un día, no durante semanas. Su uso prolongado es la señal más clara de que algo va muy, muy mal.
Esto ha generado una tensión enorme en el mundo, pues no se trata de un problema técnico habitual. La gran pregunta es ¿Qué está cortando la electricidad de una planta tan vital? La respuesta es que el problema viene de afuera, las líneas eléctricas que alimentan la central están siendo atacadas o dañadas constantemente. Cada cable que se rompe acerca a millones de personas a un escenario de riesgo nuclear que se creía superado.
La planta de la que hablamos es Zaporizhzhia, en Ucrania. Desde que comenzó la guerra, ha perdido su conexión externa diez veces, lo que la pone en una situación de «emergencia constante». En este momento, la seguridad nuclear de Europa ya no depende solo de sus ingenieros, sino de que el combate se detenga y los generadores diésel sigan teniendo combustible para evitar la catástrofe.
Un mes sobreviviendo a oscuras
Mientras se descubren minas con energía infinita, la situación en la planta de Zaporizhzhia es muy delicada, por no decir peligrosa. Lo peor que ha pasado es que la planta se quedó sin electricidad externa durante un mes entero porque unos ataques cortaron sus dos cables principales. Durante todo ese tiempo, solo pudo sobrevivir gracias a los generadores diésel.
Esto da mucho miedo, porque estos generadores están hechos para funcionar solo un día ,no durante semanas. Incluso cuando se lograron reparar algunas líneas bajo un frágil alto el fuego negociado, la conexión volvió a caer poco después. Otros ataques han afectado a dos centrales cercanas, obligándolas a operar a mínima potencia, porque las subestaciones clave fueron dañadas.
El fantasma de Fukushima
Aunque los seis reactores de Zaporizhzhia están apagados, todavía necesitan entre tres y cuatro megavatios de electricidad continua para que las bombas de refrigeración sigan funcionando sin falta. Los expertos recuerdan que el desastre en Japón fue causado por la falta total de electricidad, por lo que esta necesidad es vital. La gran diferencia aquí es que el peligro viene de los ataques militares, y no de la naturaleza.
Si el diésel o el enfriamiento fallan por mucho tiempo, el calor podría liberar material radiactivo en Europa. Por eso, la seguridad del continente se apoya ahora en unos pocos cables muy frágiles reparados en la guerra y en generadores que han trabajado más de lo que deberían. La estabilidad de la planta depende de que la luz siga llegando y de que se respeten las treguas para poder arreglar los cables rotos.
La agencia internacional de energía nuclear (OIEA) dice que esta situación «no se puede mantener». Si la central pierde la luz por completo, el costo de las consecuencias sería mayor que el de Fukushima, además, si un ejército logra controlar una central nuclear y la conecta a su propio sistema, se crea un ejemplo muy peligroso para la seguridad nuclear mundial. En Ucrania, la seguridad ya no es solo cosa de ingenieros, pues mientras unos buscan energía bajo la tierra, acá la seguridad depende de que un simple cable no se caiga en medio del campo de batalla.











