China es un sinónimo de construcciones desmesuradas que rozan lo que pocos se atreven a imaginar. Desde puentes interminables, trenes que cruzan el país en horas a rascacielos que parecen desafiar la gravedad. Ahora, el país busca dar un enorme paso en la transición hacia una energía verde y baja en carbono. A partir de esto, propone nuevos proyectos energéticos para consolidarse como líder global en energías renovables. La carrera mundial por encontrar nuevas alternativas y dejar de lado los combustibles fósiles se hace cada vez más exigente y las respuestas son más fascinantes.
Una estrategia energética centralizada
Este impulso es una pieza central de la estrategia nacional. Hablamos de transportar la electricidad desde regiones occidentales hacia las ciudades del este, donde se concentran millones de habitantes y gran parte del motor industrial de China. Los responsables políticos buscan nuevas fuentes de energía río arriba, más allá del curso inferior del Yangtsé, ya muy represado.
Aunque el crecimiento de la energía solar y eólica en el país avanza con un ritmo nunca antes visto, la hidroeléctrica tiene una enorme ventaja, su flexibilidad. La energía hidroeléctrica puede almacenar agua y liberarla cuando la demanda lo exija, algo que no se puede hacer con fuentes como el viento o el sol. Es decir, es imposible de controlar cuando sopla el viento o brilla el sol. Por esta razón, el agua se convierte en un punto de interés. ¿Qué enorme proyecto planea construir China?
El epicentro de la ambición
Parece que China no tiene descanso cuando nos referimos a enormes proyectos. Beijing aprobó planes para una serie de enormes presas hidroeléctricas en el Tíbet, específicamente en el río Yarlung Tsangpo. El proyecto, conocido como Motuo, se situará en un desfiladero del Himalaya. Este lugar tiene más de 5100 metros de profundidad en algunos de sus puntos, lo que representa un tamaño tres veces más profundo que el Gran Cañón.
El río precipita casi 5400 metros a través de 500 kilómetros de cañones, una fuente de energía renovable sin explotar que Beijing considera vital. La escala es enorme. Las estimaciones de 300 teravatios-hora al año sugieren que su potencial de generación triplica al de la presa de las Tres Gargantas. Este enorme proyecto es una pieza central de la estrategia china para transportar electricidad a regiones occidentales.
Un foco de tensión y riesgo extremo
La magnitud de esta obra genera enormes tensiones políticas y ambientales. Aguas abajo, el río Yarlung Tsangpo se convierte en el Brahmaputra, una línea vital para India y Bangladesh. Ambos países temen de que China tome el control sobre el caudal del río. El proyecto amenaza con reavivar una disputa fronteriza con India. A esto se le suman los riesgos naturales. A lo propios investigadores chinos les preocupa que la construcción se lleve a cabo en una zona propensa a los terremotos. Uno de los ingenieros advirtió que la actividad sísmica es incontrolable y supone una enorme amenaza.
Además, los grupos de derechos humanos alertan de que las presas alterará el frágil ecosistema y desplazarán a comunidades locales. Ya se registraron protestas de comunidades tibetanas que afirman que la represa inundaría seis monasterios budistas y algunos murales del siglo XVI.
Este enorme proyecto representa un monumento a la ambición y un recordatorio de que las tensiones entre el desarrollo energético, el equilibrio ecológico y la diplomacia internacional existe y continúan creciendo. Mientras muchos afirman que esta represa aportará felicidad y seguridad, los críticos advierten que se está afectando a paisajes que eran los hábitats menos alterados de la Tierra. Si esta obra cumple con lo prometido, no solo cambiará a la ingeniería como la conocemos, sino que será un punto de inflexión en la forma en que entendemos la energía.











