Si nos paramos en una calle a observar, lo más probable es que veamos una gran cantidad de furgonetas blancas. Son parte del sistema de nuestra economía. Llevan los paquetes que compramos online, los repuestos para los talleres, la comida para los supermercados. Su trabajo es esencial. El gran problema es su imagen y algo mucho más serio. Hablamos de la contaminación. El sector del transporte es uno de los que está bajo la lupa. Cambiar los vehículos diésel por eléctricos de un día para el otro no es algo fácil. A partir de esto, aparece una posible solución.
La búsqueda de una solución intermedia
Para resolver este lío, la industria se puso a buscar alternativas que sean prácticas y que no requieran reinventar la rueda. La clave está en encontrar algo que pueda usarse en los motores actuales sin tener que modificarlos mecánicamente. Pero acá surge otro problema, uno más burocrático pero igual de importante: la trazabilidad. Si una empresa decide usar un combustible más limpio, necesita probar, kilómetro a kilómetro, que realmente lo está usando.
Por eso, el verdadero reto no es solo encontrar la fuente de energía, sino crear un sistema que certifique su uso. Las empresas necesitan herramientas que midan lo que pasa en la calle en tiempo real. No sirven las estimaciones teóricas en un papel. Es en esta intersección entre la necesidad de reducir emisiones y la obligación de documentarlo todo con transparencia, donde un gigante automotriz empezó a cocinar una idea desde adentro. Buscaban una forma de integrar sostenibilidad y tecnología digital para darle a las flotas una solución.
Ni hidrógeno ni electricidad
El HVO o diésel renovable. Su nombre viene de Hydrotreated Vegetable Oil y se está ganando un lugar de honor como la alternativa ideal. Básicamente, se produce a partir de aceites vegetales, grasas animales y residuos, que pasan por un proceso químico para convertirse en un combustible parafínico de altísima calidad. Lo genial es que cumple con normativas estrictas y funciona en los motores diésel modernos sin tocarles ni un tornillo. Pero la noticia bomba es la iniciativa que lanzó Stellantis, a través de su división de vehículos comerciales Pro One, llamada HVO Aurora.
Este proyecto salió del programa de «intraemprendimiento» Star*Up, donde los propios empleados proponen ideas. HVO Aurora tiene un objetivo clarísimo. El de facilitar y certificar el uso de este gasóleo sostenible en grandes flotas. Stellantis se dio cuenta de que el HVO es una joya para reducir emisiones inmediatamente, pero faltaba el eslabón de la confianza. Con esta iniciativa, buscan que empresas con flotas de furgonetas y furgones puedan usar este combustible y, al mismo tiempo, tener un sistema de seguimiento y verificación que les diga exactamente cuánto están ahorrando en CO2 y documentar el uso real del combustible.
Tecnología para las furgonetas de reparto
Pero, ¿cómo saben qué le pusiste al tanque? La parte tecnológica de HVO Aurora es fascinante. Se asociaron con una empresa francesa llamada SP3H para instalar un sistema digital en los vehículos. Se trata del sensor FluidBox Micro, un dispositivo conectado a internet que analiza la composición del combustible en tiempo real mientras la camioneta circula. Este sensor actúa como un laboratorio a bordo. Identifica qué tipo de diésel hay en el tanque, mide la distancia recorrida y calcula el consumo instantáneo. Todos esos datos viajan seguros a una nube online, permitiendo a las empresas monitorear con total transparencia su impacto ambiental.
Esta iniciativa puede ser la solución a la problemática del combustible y la sostenibilidad en el reparto. Ofrece a las empresas una herramienta concreta para sus reportes de sustentabilidad. Quizás el futuro está en el aceite vegetal tratado con inteligencia.













