Los grandes campos de España fueron motor del desarrollo económico del país. La agricultura y la ganadería acompañaron el ritmo del progreso de uno de los países más importantes de Europa. Pero, en plena modernización energética, estas actividades parecen perder protagonismo y ceder lugar a la promesa del futuro: los paneles solares. ¿Estamos en presencia del ocaso del trabajo rural tal y como lo conocemos?
Europa, a la cabeza del auge de la energía renovable
Desde fines del siglo XX, la humanidad se aventuró a investigar la posibilidad de conquistar nuevas fuentes de energía, ante la demanda tecnológica creciente, que comenzó a sobrecargar la red eléctrica, y la crisis de los combustibles fósiles, cuyos efectos nocivos para la ecología comenzaron a ser evidentes.
En estas circunstancias, los sistemas fotovoltaicos empezaron a cobrar protagonismo. Con estudios que se remontan al 1800, la energía obtenida a partir de luz solar fue la opción que Europa y Norteamérica consideraron con miras a un futuro que, a raíz de la contaminación ambiental que trajo aparejada la industrialización, era cada vez más oscuro.
Pero su estallido no llegaría sino hasta principios del nuevo milenio. En la década de los 2000, los paneles solares fabricados con silicio coparon el mercado de prósperas naciones como China y Alemania, que abocaron sus industrias a la fabricación y el comercio de estos dispositivos futuristas.
De esta manera, mientras EE.UU. fue relegado en la competencia de la energía limpia, los europeos obtuvieron el podio. En consecuencia, no tardó en ser notoria la proliferación de los módulos fotovoltaicos en domicilios, empresas y campos, donde la efectividad de su mecanismo quedó comprobada.
Sin embargo, la irrupción de la nueva tecnología no vino exenta de efectos colaterales que hoy desafían la macroeconomía de países como España. Pues el creciente consumo de energía solar inauguró un nuevo negocio: el alquiler de terrenos para la instalación de paneles solares en lugares donde la exposición al sol garantiza abundancia de la materia.
Y, con los precios en alza, la alternativa económica resultó más rentable que dedicar las hectáreas a su cultivo y la exhaustiva cosecha, planteando una forma más eficiente de hacer dinero.
Crisis agricultora en España
Informa Infobae que, en pueblos como Carmona (Sevilla), se multiplicó el fenómeno de agricultores que dejaron de lado su oficio para dedicarse a administrar el arriendo de sus tierras, convertidas en escenario de los sistemas fotovoltaicos.
José Portillo, propietario de la zona, dejó en evidencia la imbatible conveniencia del negocio emergente al comparar su ganancia con la obtenida a partir del cultivo: mientras que el primero le supone un ingreso de 1900 euros por el alquiler de cada hectárea, la segunda ofrecía apenas 100 euros por cada acre sembrado.
Pero además, se trata de un acuerdo que asegura rentabilidad a largo plazo, pues la extensión media de los alquileres va desde los 20 a 30 años, según Business Insider. El mismo medio registró en el pasado 2023 la consolidación de, por lo menos, 28 proyectos iguales al de José en España.
Sin embargo, la oleada de paneles aún no alcanzó su auge: solo el 5% de los hogares españoles cuenta con esta tecnología, aunque el 17% está en vías de instalar módulos para aprovechar sus beneficios, entre los que se cuenta la drástica reducción de la factura del servicio eléctrico.
Por ello, el potencial del país en energía solar todavía no fue explotado en su totalidad, incrementando la expectativa en torno al futuro de una economía asentada en la energía renovable.
Perspectivas a futuro: la opción agrovoltaica
Al margen de celebrar la proliferación de alternativas sustentables de consumo, es preciso reflexionar sobre las consecuencias financieras y sociales que el negocio de los alquileres de terrenos para su explotación solar acarrea.
En principio, una de las mayores preocupaciones es la de la disminución de alimentos disponibles para el mercado. Pues, con una reducción de las tierras cultivadas entre un 20% y un 30%, el desabastecimiento de granos, vegetales y hortalizas es un hecho probable.
Otro efecto que genera temor es el desempleo en el ámbito rural, que cambiaría drásticamente la vida de los lugareños. Para los expertos, la pérdida de la fertilidad del suelo también es una posibilidad, ante la falta de estimulación de la tierra.
En estas circunstancias, la opción agrovoltaica se presenta como un proyecto viable para prevenir cualquiera de esos escenarios, al permitir la instalación de paneles elevados que darán lugar al aprovechamiento del terreno para ganadería y siembra, sin que las actividades se interpongan entre sí.











