Un estudio con tomografía y archivos atribuye los restos a un hombre aimara y reabre el debate sobre la procedencia y la repatriación
Durante más de un siglo, una cabeza momificada conservada en el Museo Cantonal de Arqueología e Historia de Lausana (Suiza) fue descrita como “inca”. La etiqueta resultó ser equivocada. Un equipo vinculado a la Universidad de Ginebra y al propio museo ha combinado investigación histórica y pruebas radiológicas no invasivas para concluir que el individuo era, con alta probabilidad, aimara, un pueblo indígena del Altiplano boliviano.
Tomografía computarizada y análisis no destructivo
La revisión parte de una idea simple y poco habitual en colecciones antiguas (mirar primero sin cortar). La tomografía computarizada (CT) permitió reconstruir el interior del cráneo sin retirar tejido ni raspar hueso, un enfoque coherente con la prudencia que hoy se exige cuando se trabaja con restos humanos. En el artículo académico, el equipo describe a un varón adulto con deformación craneal intencional iniciada en la infancia, una práctica documentada en sociedades andinas y compatible con tradiciones del entorno del Titicaca.
Los escáneres también aportan detalles biográficos que desmienten la idea de una pieza “anónima”. El cráneo muestra una trepanación intentada y no completada, con señales de supervivencia, y una infección dental (absceso) en el maxilar superior. Son marcas de vida y de sufrimiento que desplazan el foco desde el objeto hacia la persona, y que también obligan a ser prudentes con cualquier afirmación sobre la causa de la muerte, que no puede deducirse solo de una lesión.
Del Altiplano a una vitrina europea
El segundo hilo del trabajo es la procedencia. Los registros consultados sitúan la adquisición a finales del siglo XIX por el ingeniero suizo Louis Kuffré, en un periodo en el que el traslado de restos indígenas a Europa se hacía con escaso control y con una lógica de coleccionismo que hoy se considera dañina. La donación al museo se formalizó en 1914, y el rótulo que acompañaba la pieza sostuvo durante décadas el origen inca pese a que la anatomía apuntaba a otra historia.
La investigación considera plausible que el cuerpo procediera de una chullpa (torre funeraria de piedra) del Altiplano, un tipo de enterramiento que, por el frío y la baja humedad, puede favorecer la momificación natural. El estudio subraya, no obstante, que el contexto exacto de extracción sigue siendo difícil de verificar por la debilidad de los documentos de época y porque muchas trazas dependen del propio itinerario del coleccionista.
Identidad, museo y derechos
La corrección del rótulo no es un detalle técnico. En el terreno ético, enlaza un resto humano con comunidades vivas y con sus demandas de reconocimiento. El Código de Deontología del ICOM para museos pide responder “con respeto y sensibilidad” a las solicitudes de retirada de restos humanos de la exhibición pública y a las peticiones de retorno, y recomienda políticas claras para tramitar esos casos.
El marco internacional va más allá del mundo museístico. La Declaración de la ONU sobre los Derechos de los Pueblos Indígenas reconoce el derecho a la repatriación de restos humanos, y establece que los Estados deben buscar vías para facilitar ese acceso, “mediante mecanismos justos, transparentes y eficaces”. Naciones Unidas
En Suiza, la discusión se ha intensificado en los últimos años. Directrices promovidas por ICOM Suiza y la Asociación de Museos Suizos, con apoyo del ámbito federal, fijan criterios de trabajo y subrayan la necesidad de documentación, diálogo y proporcionalidad en cualquier intervención sobre restos humanos.
Qué cambia y qué queda por conocer
El caso Y-001 muestra una tensión cada vez más visible en Europa. Por un lado, el impulso científico que aportan técnicas como la tomografía. Por otro, el hecho de que la ciencia no puede actuar como coartada para prolongar indefinidamente custodias heredadas de prácticas extractivas. La UNESCO recuerda , en sus orientaciones, que los restos humanos no siempre quedan cubiertos de forma directa por la Convención de 1970 sobre tráfico ilícito, pero también señala que muchas comunidades consideran su retorno una cuestión esencial.
El museo de Lausana mantiene los restos en condiciones controladas y, según la información difundida en torno al estudio, no ha recibido por ahora una petición formal de repatriación. El trabajo, en cambio, deja preparado el terreno para una conversación más informada, con menos ruido y más hechos, sobre quién debe decidir y con qué criterios.
El estudio ha sido publicado en International Journal of Osteoarchaeology.









