La imagen suena casi de ciencia ficción. En los datos del telescopio espacial James Webb aparecen varios puntos rojos diminutos, perdidos en la oscuridad del universo temprano. No son estrellas cercanas, ni galaxias normales. Son una nueva clase de objetos a los que los astrónomos llaman “pequeños puntos rojos” y que, en buena medida, siguen siendo un enigma.
Lo importante es que no suponen ninguna amenaza para la Tierra. Lo que sí ponen en aprietos, al menos durante un tiempo, son algunas ideas sobre cómo crecieron las primeras galaxias y agujeros negros.
Pequeños, rojos y muy lejanos
Poco después de que el James Webb empezara sus observaciones científicas, a finales de 2022, los equipos que analizaban los campos más profundos detectaron numerosos objetos muy compactos y de color rojo intenso en el infrarrojo. Se encontraron primero en el programa CEERS y después en otros campos extragalácticos como JADES y NGDEEP.
La NASA y varios grupos de investigación han ido ampliando el catálogo hasta reunir una de las mayores muestras de “pequeños puntos rojos” observadas hasta ahora. Casi todos vivieron durante los primeros mil quinientos millones de años tras el Big Bang, con un pico de abundancia alrededor de seiscientos millones de años después del inicio del universo.
En apariencia, son fuentes diminutas si las comparamos con galaxias como la Vía Láctea. Su luz llega muy desplazada al rojo porque el universo se ha ido expandiendo durante miles de millones de años. Traducido a algo más cotidiano, cuando el Webb los fotografía está mirando a un pasado tan remoto que el propio universo era todavía adolescente.
Una nueva clase de galaxias con agujeros negros en crecimiento
El siguiente paso fue intentar averiguar de qué están hechos estos puntos. Para ello, el equipo liderado por el astrofísico Dale Kocevski analizó datos espectroscópicos obtenidos en campañas como la encuesta RUBIES. Aproximadamente el setenta por ciento de los objetos estudiados mostraba gas moviéndose a velocidades cercanas a mil kilómetros por segundo, una firma típica de un disco de acreción alrededor de un agujero negro supermasivo.
La conclusión provisional es clara. Muchos de estos “pequeños puntos rojos” serían galaxias muy compactas donde el brillo está dominado por un agujero negro que engulle materia a gran ritmo. En términos técnicos, se trataría de núcleos activos de galaxia en pleno crecimiento en el universo primitivo.
Kocevski reconoce que la comunidad sigue desconcertada y que no se conocen objetos equivalentes en el universo más cercano. Dicho de otra forma, no vemos versiones “adultas” de estos puntos en épocas posteriores, lo que sugiere que se trata de una fase bastante breve y especial en la vida de algunas galaxias.
¿Se ha roto la cosmología?
Cuando se descubrieron, algunos titulares insinuaron que estos objetos podían “romper” la cosmología. Si toda su luz procediera de estrellas, implicaría galaxias enormes formadas en muy poco tiempo, algo difícil de encajar en los modelos actuales.
El nuevo análisis apunta en otra dirección. Si buena parte del brillo viene del disco de gas caliente que rodea al agujero negro, la cantidad de estrellas necesaria es mucho menor. Las galaxias que albergan estos puntos serían más ligeras y ya no haría falta tirar por la borda las teorías que describen cómo crecen las estructuras en el cosmos. Varios investigadores lo resumen como una forma bastante elegante de resolver un problema que parecía “romper el universo” sin cambiar las reglas básicas.
Un posible boom oculto de agujeros negros
El patrón temporal también da pistas. Los “pequeños puntos rojos” aparecen en grandes números a partir de unos seiscientos millones de años tras el Big Bang y su número cae rápido después de los mil quinientos millones de años. Esto encaja bastante bien con la idea de una época en la que muchos agujeros negros crecieron envueltos en densas nubes de gas y polvo que enrojecen su luz.
Llama la atención que casi no emitan en rayos X si los comparamos con otros núcleos activos más cercanos. Un trabajo reciente sugiere que, en ambientes tan densos, los fotones de rayos X pueden quedar atrapados en el gas, lo que explicaría por qué estos objetos parecen “apagados” en esa banda a pesar de albergar agujeros negros muy energéticos.
En la práctica, todo esto apunta a un posible boom de crecimiento de agujeros negros en el universo temprano, pero escondido detrás de gruesas capas de gas. Un proceso que hasta ahora se intuía en los modelos y que el Webb empieza a mostrar con datos reales.
Un caso todavía abierto
A día de hoy, los “pequeños puntos rojos” siguen siendo un caso abierto. Los equipos están estudiando sus propiedades en el infrarrojo medio, buscando más señales de actividad de agujeros negros y combinando observaciones de múltiples telescopios para afinar las masas de las galaxias y de los propios agujeros negros.
Los resultados se presentaron en enero de 2025 en la reunión de la Sociedad Astronómica Estadounidense en National Harbor y se han enviado a la revista The Astrophysical Journal, pero nadie da el tema por cerrado.
La buena noticia para quien mira al cielo desde casa es sencilla. Estos puntos están a miles de millones de años luz y no alteran en nada nuestra vida diaria. Lo que sí hacen es recordarnos que, incluso con los telescopios más potentes, el universo todavía guarda capítulos enteros de su historia que estamos empezando a leer. Y eso, para la ciencia, no es poca cosa.
La nota de prensa oficial ha sido publicada en el portal de ciencia de la NASA”.









