El éxito que consiguió lo imposible: Que les regalaran eso que cada vez es más caro en todo el mundo

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Por Luz V.
Publicado el: 21 de noviembre de 2025
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Ciudad de noche

En la mayoría de los hogares del mundo la factura de la luz es un dolor de cabeza constante. Nos acostumbramos a una realidad donde la energía es un bien escaso y caro. Es necesario cuidarlo. Apagamos las luces antes de salir, ponemos el aire solo cuando hace mucho calor y miramos los horarios para poder lavar nuestra ropa. El mundo entero está en crisis. Hablamos de subidas de precios y de una transición energética que aunque es necesaria, se siente en nuestros bolsillos. Sin embargo, en un rincón del mundo, se están planeando nuevas posibilidades.

Cuando el sol se convierte en un problema

Este fenómeno está ocurriendo en un lugar donde la apuesta por las energías renovables se les fue, literalmente, de las manos. La transición avanzó tan rápido que el éxito se ha transformado en un dolor de cabeza logístico. Imaginen un país donde una de cada tres casas tiene su propia planta de energía en el techo. Son millones de viviendas inyectando electricidad al sistema al mismo tiempo, justo cuando el sol está más fuerte.

El resultado es una paradoja energética. Se genera mucha más electricidad de la que la red puede absorber sin reventar. Durante las horas centrales del día, la producción de los tejados supera a la de las viejas centrales de carbón. Esto hace que los precios mayoristas de la electricidad se desplomen, llegando a cero e incluso a valores negativos. La red se tambalea por el exceso, no por la falta. Así se crea una situación insólita donde sobra la energía y falta quien la consuma.

La solución radical: barra libre de electricidad

Para solucionar este desequilibrio, el gobierno decidió cortar por lo sano con una propuesta disruptiva. El programa «Solar Sharer». La idea es tan simple que asusta a las empresas tradicionales: van a regalar la electricidad. A partir de 2026, el gobierno de Australia exigirá a las compañías eléctricas que ofrezcan tres horas de energía gratuita cada día a los hogares en las zonas más saturadas como Nueva Gales del Sur.

Lo revolucionario de este plan es que no es optativo para las eléctricas, sino obligatorio, y beneficia a todos, no solo a los que tienen paneles. Si eres inquilino y no tienes techo propio, igual te toca. La idea es cambiar los hábitos a la fuerza: que la gente ponga la lavadora, cargue el coche eléctrico o enfríe la casa al mediodía, justo cuando la red está a punto de colapsar por el exceso de sol. Al crear este «grupo de demanda» artificial, se estabiliza el sistema y se aprovecha esa energía limpia que, de otro modo, se desperdiciaría o desestabilizaría la red.

El enojo de las empresas y la envidia ajena

Como era de esperarse, no todo el mundo está destapando champán. El Australian Energy Council, que agrupa a las grandes eléctricas, ha puesto el grito en el cielo. Se quejan de que el gobierno no les consultó y temen que esta medida distorsione la competencia, obligando a los minoristas más chicos a cerrar porque no pueden asumir los costos de red. Argumentan que regalar el producto daña la confianza del sector, aunque gigantes como AGL u Ovo Energy ya se mostraron dispuestos a colaborar para definir las regulaciones.

Si este plan funciona y se expande, estaremos ante un cambio de consumo histórico. Pasaremos de gestionar la escasez a gestionar la abundancia. Para el ciudadano de a pie, la posibilidad de tener una franja diaria de consumo a coste cero es el éxito definitivo de la tecnología solar. Es la prueba de que, a veces, cuando se rompen los esquemas tradicionales, se puede conseguir lo que en el resto del mundo parece imposible. Hablamos de que la energía deje de ser una carga para ser un regalo del clima.