El auge por autoconsumo y las placas solares en España vivió un momento dulce durante 2022, impulsado por el miedo a un precio de la luz disparado y las promesas de una rentabilidad casi inmediata. Ahora bien, ese escenario energético ha cambiado, dejando a muchos propietarios atrapados en unas inversiones que tardarán décadas en recuperar.
Así lo explica Sergio en el programa “Herrera en COPE” donde explica cómo, tras desembolsar cerca de 13.000 euros en su instalación, los resultados no fueron los que esperaba. Según sus propias cuentas, el ahorro real apenas ha alcanzado los 250 euros anuales. “No las recomiendo, me he ahorrado 250 euros en un año y tardas 15 años en amortizar la instalación”.
Lo que hace dos años parecía la solución para reducir la factura de la luz, hoy se enfrenta a la realidad de la caída de precios en el mercado mayorista y a la dificultad técnica de aprovechar la energía generada justo cuando más se necesita.
El desplome de los excedentes
Para entender por qué las cuentas han dejado de salir, hay que mirar la letra pequeña de la compensación de excedentes. Fernando Trías de Bes, analista económico, arrojó luz sobre este fenómeno explicando que la rentabilidad del sistema se sustenta en dos pilares (el ahorro directo y la venta de la energía que nos sobra).
El problema está en que el valor de esa energía sobrante se ha evaporado. Durante la crisis energética, el mercado pagaba el megavatio hora a más de 200 euros, una cifra que hacía muy atractiva la venta a la red. Ahora bien, esta primavera el precio llegó a tocar los 0 euros en muchas franjas horarias.
Este desplome altera por completo los cálculos de amortización, ya que para la mayoría de los hogares producen el grueso de su energía durante las horas centrales del día, precisamente cuando el consumo doméstico suele ser menor porque los inquilinos están trabajando o fuera de casa.
Al no poder consumir esa electricidad en el momento y al pagarse los excedentes a precio de saldo, la rentabilidad se hunde. El propio Trías de Bes reconoció que su previsión personal para recuperar la inversión ha pasado de los siete años iniciales a un horizonte de veinte años, un plazo que desincentiva a cualquiera que busque un retorno económico razonable.
La “trampa” de las baterías y las excepciones
El experto señaló que la ecuación cambia si el hogar dispone de elementos que permitan “absorber” esa gran cantidad de energía diurna, como sistemas antiguos de calefacción de gasoil o, sobre todo, un vehículo eléctrico. “Yo mi coche es eléctrico, yo lo cargo con el sol”, explicó Trías de Bes para ilustrar cómo el uso inteligente de la carga reduce drásticamente la dependencia de la red externa.
Pero, para el usuario medio que no dispone de coche eléctrico, la alternativa para no regalar la energía es el almacenamiento físico, y aquí surge otra barrera económica.
Las baterías domésticas necesarias para guardar la electricidad y usarla por la noche tienen un coste que oscila entre los 3.000 y los 5.000 euros. Además, estos equipos cuentan con una vida útil limitada y, a diferencia de los paneles, apenas disfrutan de deducciones fiscales. Esto añade una capa de complejidad financiera que alarga aún más los plazos de recuperación de la inversión.
Si en las viviendas unifamiliares los números están ajustados, en los edificios de vecinos la situación se complica por la gestión administrativa. Pello Mendida, del Consejo General de Colegios de Administradores de Fincas, denunció que la “farragosa documentación” necesaria para legalizar las instalaciones colectivas está encareciendo los proyectos de forma artificial.
Según sus datos, las empresas instaladoras se ven obligadas a repercutir un sobrecoste cercano al 20% respecto a las instalaciones industriales solo para cubrir los gastos de tramitación.
La realidad del mercado fotovoltaico doméstico ha dejado de ser una apuesta segura para convertirse en un terreno donde es necesario hilar muy fino con la calculadora. La experiencia de usuarios como Sergio confirma que, sin un estudio de consumo exhaustivo y sin las condiciones adecuadas (como el vehículo eléctrico), las placas solares pueden pasar de ser una inversión verde a un gasto difícil de justificar.












