El negocio de los tráilers falsos no se sostenía sólo en la creatividad técnica. Se apoyaba, sobre todo, en una grieta del ecosistema de YouTube (la carrera por llegar antes que el marketing oficial y ganar posiciones en el buscador interno). Esa es la clave que explica por qué Screen Culture y KH Studio lograron competir en visibilidad con piezas promocionales de grandes estudios, pese a ofrecer avances no oficiales o directamente inventados.
YouTube ha decidido cerrar ambos canales de manera permanente tras meses de idas y vueltas en la aplicación de medidas, según han publicado medios especializados. La plataforma sostiene que los responsables incumplieron sus normas al retirar avisos que aclaraban el carácter ficticio del material y al volver a prácticas que encajan en su política contra el spam y los metadatos engañosos.
El caso de Screen Culture ilustra bien el mecanismo. Deadline y otros medios describen una producción industrial (un equipo de editores y múltiples versiones de un mismo supuesto tráiler) para captar búsquedas de estrenos muy esperados. La estrategia consistía en publicar primero, iterar rápido y “actualizar” el vídeo para sostener el tráfico, un comportamiento que tensiona la frontera entre el contenido fan y la suplantación de material oficial.
La decisión llega, además, en un contexto de presión creciente sobre plataformas y empresas de IA. Disney ha enviado una carta de cese y desistimiento a Google, según Reuters, y el movimiento se interpreta en la industria como un aviso más sobre el uso de propiedad intelectual en el entrenamiento y la generación de contenidos.
En paralelo, la propia Disney ha anunciado un acuerdo de licencia e inversión con OpenAI para que Sora pueda generar vídeos con personajes de su catálogo, una señal de que el mercado se encamina hacia licencias selectivas (y no hacia una barra libre).
Para YouTube, el problema no es únicamente el copyright. Es la confianza del usuario en el etiquetado y en el buscador interno. Cuando un vídeo se presenta como “oficial” sin serlo, el daño no se limita al estudio (también afecta a la experiencia del espectador y a la integridad del sistema de recomendaciones). De ahí que la compañía enmarque la actuación en políticas de prácticas engañosas y spam, que contemplan sanciones como la suspensión de monetización o la terminación de canales.
Este cierre conecta con otra línea de fondo. YouTube lleva meses intentando afinar el criterio sobre contenido “inauténtico” y producido en masa, especialmente el generado con herramientas automatizadas. En julio, la plataforma defendió que los cambios en monetización apuntan a identificar mejor contenido repetitivo y de bajo esfuerzo, sin criminalizar el uso responsable de IA.
La lectura práctica es clara (la IA no es el objetivo, lo es el engaño sistemático y la producción industrial para capturar búsquedas).











